La materia ha sido, dentro de muchas tradiciones espirituales, el patito feo de la realidad. Todo lo material parecía estar contaminando lo mejor, lo más elevado, lo espiritual. Mostrar desapego por las realidades materiales parecía un requisito indispensable si se quería ser "espiritual". Leandro Sequeiros, en este artículo, nos muestra cómo para Teilhard de Chardin, lo material no era ni mucho menos enemigo de lo espiritual, sino que en el corazón de la materia late el espíritu, imperceptible, irrefrenable... conduciéndonos al encuentro con todo. En la materia cotidiana y sencilla, podemos descubrir el pálpito del espíritu. Ni espíritus puros, ni pura materia. De lo que se trata es de vivir nuestra dimensión espiritual en la materialidad de lo real.